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martes, 14 de febrero de 2017

Las Momias de Egipto

Los pueblos antiguos se encargaron de preparar el cuerpo de los difuntos ilustres, según se ha visto, para que se conservaran por un lapso prolongado. Sólo así, de regresar su alma algún día, podría evitar de nuevo la envoltura carnal que había sido en vida morada. Pero, a pesar de ser bastante aceptable la técnica utilizada por los sacerdotes, no lograron tener resultados tan sorprendentes como los chinos: los cuerpos reales quedaban convertidos, al paso de los siglos, en momias resecas y arrugadas dentro de unas vendas que no tardaban en resquebrajarse y pudrirse. ¿A quién iba a agradar la idea de resucitar en el futuro convertido en la sombra de lo que fue?


Los Ladrones de Tumbas

Además de enfrentarse a una conservación deficiente, los faraones difuntos tenían ante sí un gran inconveniente, por culpa de los tesoros con los que eran enterrados y que tentaban irremediablemente a los amigos de lo ajeno.
Se gastaban enormes fortunas en las operaciones de conservación de los cuerpos. A cambio de esto, los sacerdotes procuraban eliminara a quienes les impidieran seguir mandando en el país. Fue lo que sucedió con el faraón Akhentaon, quien había cometido el error de crear una nueva religión capaz de sustituir las creencias sobre Amón y otros dioses con cabeza de animal por el culto a Atón, que carecía de forma, como debe ser el verdadero Dios.




Los faraones creían tan firmemente en la otra vida que deseaban ser acompañados por objetos que le habían sido queridos o que pudieran serle de utilidad en el Amenti, o paraíso de los difuntos. Lo malo de aquellos objetos era que poseían un enorme valor. Los ladrones no tardaron en darse cuenta e hicieron planes para quedarse con todo y venderlo a buen precio.
¿Acaso el dios de la momificación, Anubis, haya sido testigo de los robos cometidos en numerosas tumbas egipcias por personajes deshonestos, que entendieron el enorme valor de los objetos que acompañaban el sueño eterno de las supremas autoridades egipcias.


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