Los Ladrones de Tumbas
Además de enfrentarse a una conservación deficiente, los
faraones difuntos tenían ante sí un gran inconveniente, por culpa de los
tesoros con los que eran enterrados y que tentaban irremediablemente a los
amigos de lo ajeno.
Se gastaban enormes fortunas en las operaciones de
conservación de los cuerpos. A cambio de esto, los sacerdotes procuraban
eliminara a quienes les impidieran seguir mandando en el país. Fue lo que
sucedió con el faraón Akhentaon, quien había cometido el error de crear una
nueva religión capaz de sustituir las creencias sobre Amón y otros dioses con
cabeza de animal por el culto a Atón, que carecía de forma, como debe ser el
verdadero Dios.
Los faraones creían tan firmemente en la otra vida que
deseaban ser acompañados por objetos que le habían sido queridos o que pudieran
serle de utilidad en el Amenti, o paraíso de los difuntos. Lo malo de aquellos
objetos era que poseían un enorme valor. Los ladrones no tardaron en darse
cuenta e hicieron planes para quedarse con todo y venderlo a buen precio.
¿Acaso el dios de la momificación, Anubis, haya sido testigo
de los robos cometidos en numerosas tumbas egipcias por personajes deshonestos,
que entendieron el enorme valor de los objetos que acompañaban el sueño eterno
de las supremas autoridades egipcias.